La infancia en los 90's


Recuerdo con mucho cariño los años de mi infancia que pasé jugando por las calles de mi barrio sin otra preocupación que la de que no me fuesen a pillar jugando al escondite.

Éramos muchos, de distintas edades, pero a todos nos unía lo mismo, las ganas de jugar y disfrutar. No había distinción de niñas o niños, eramos un grupo y jugábamos a todo, fútbol, escondite, a "taco" que trataba de poner un balón en medio de la calle y a uno le toca contar mientras los otros se escondía, cada vez que encontraba a alguien éste tenía que dirigirse a la pelota para "pillarlo" pero si el que estaba escondido andaba más rápido y llegaba antes al balón y le daba una patada se salvaba.

Fue una época maravillosa, aprendí millones de cosas, sobretodo a sobrevivir y que a pesar de correr y caernos no nos pasó nada, al contrario nos hacía más fuerte. Los lazos de unión que se creaban eran parecidos a los de un hermano, porque con los míos puedo meterme yo, pero que nadie de fuera venga, sino éramos unas fierecillas.

En nuestras manos no se veían móviles, ni tablets, ni videoconsolas, tuvimos la suerte de nacer en una época en la que lo divertido era mancharse, romperse la ropa disfrutando del paisaje, hablar con tu amigo cara a cara e incluso si había algún mal entendido arreglarlo y que a los 2 segundos se hubiese olvidado. 

Los días de veranos eran los mejores, te levantabas desayunabas y ya había alguno abajo de tu ventana llamándote a voces para que bajaras. Sin duda, y sin oposición de los padres es lo que hacíamos y nos llevábamos largas horas jugando a las cartas, en pareja, en equipo, cada uno esperando su turno, hasta que llegaba la hora de comer y la madre de turno llamaba por la ventana para que subieses. Que me encantaba esa voz de mi madre por la ventana decir -.¡Lidiaaaaaaa, "pa'rriba"!. En las tardes, como vivíamos en un pueblo de la serranía de Cádiz, y de los pueblos más bonitos del mundo (algún día aprovechare y os haré un post describiéndoos cada rincón y podáis conocerlo y embelesaros con su belleza) Alcalá de los Gazules, no teníamos playa por lo que la piscina era nuestra única alternativa. Ahí todavía eramos pequeños así que dependíamos de nuestros padres para ir, por lo que si algún día ellos no querían o no podían no nos quedaba otra que esperar hasta las 7 que era la hora que cerraba la piscina. Una vez llegados, duchados y merendados llegaba la hora de la verdad, volvíamos todos, con un balón bajo el brazo, o la bicicleta, en muchas ocasiones el "elástico" o la "comba", pero sobretodo con ganas de disfrutar y pasar un rato agradable juntos. Las horas parecían cortísimas, pero como antaño se hacían cosas que ya no se hacen y que incluso en algunos lugares está prohibido, era la hora de la"fresquita" en la que padres, madres, abuelas, de nuestro barrio se iban a las casapuertas a tomar el fresco. Esto hacía que nuestra hora para volver a casa se pospusiese y podíamos seguir jugando, o meternos en las conversaciones de los mayores, que siempre había alguno que sacaba algo para cenar, o golosinas o helados. Fueron tiempos muy bonitos y que por desgracia ya no se ven.

Hoy día, no hay niño sin algún aparato tecnológico. Ya no se escuchan las voces de las madres llamándolos, porque ya no bajan, prefieren quedarse en casa, es más antes discutíamos con los padres porque pasábamos muchas horas en la calle, ahora se discute porque se tiene que obligar a salir. 

Se están perdiendo la verdadera esencia de la vida, la infancia es una época que se va y no vuelve y todo lo que puedas vivir en ella es poco. La relación entre iguales, cara a cara, aprendiendo a compartir, a cuidar, a llorar y reír con el otro, y sobretodo la imaginación. Antes con un palo podías crear millones de historias que te hacían vivir tardes enteras, mientras que ahora está todo hecho, no se deja que los niños creen, que los niños imagines y que disfruten de la infancia. Por no hablar de la inmunidad con la que contábamos, ahora protegemos a los niños de más cosas, y cuánto más se les protege más expuestos están.

También es verdad, que antes no había tanto peligro, o si lo había no se sabía tanto. Esa cantidad de degenerados mentales con ganas de secuestrar, violar o hacer algo a un niño no estaba tan a la orden del día. Como madre, viendo la cantidad de cosas que pasan me daría miedo que mi hija estuviese en la calle como estuve yo, yo seré la típica que la obligaré a jugar en la calle, pero estaré cerca para cerciorarme que todo acontece como es debido.  



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